La sombra escapa de la mano
como el sueño de los ojos.
Hay un muro blanquecino
frente a mí.
No es la luz
lo que me priva
de ser noche.
El pájaro que canta en mis oídos
me alucina en verdes
e ilumina los agujeros de la sangre.
Lo abrazo con el cuerpo acribillado.
No es mi cuerpo.
No es mi sangre.
Soy la hierba que no duerme.
Silvia Rodríguez Ares
17/2/2014
Foto: Julia Noni
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