Una piedra cae.
No donde debiera.
¿Por qué
los elementos
son tan necios
ante todo lo evidente?
Y otra vez soy yo,
la suplicante,
quien se acerca,
pulveriza
el nudo permanente del dolor
y desentraña
la luminosa esencia
de la piedra.
Silvia Rodríguez Ares
5/1/2014