En la mañana
el pez tejió la red
para encontrar la muerte.
Amaba -y yo lo sé-
nadar en vida,
aunque tejía como un padre
teje, con los pies descalzos
frente a la luna.
Era la noche, entonces.
La noche es cuando el padre
vuelve y teje. Acomoda sus huesos
y se lanza a navegar
mientras los hijos miran.
Hubiera levantado cada mano
en gesto de atrapar la despedida
y hubiera dicho aquello
que me habría salvado.
Pero la noche le cambió la voz
a mi cuchillo.
Silvia Rodríguez Ares
29/7/2016