Y esta vez,
con las frutas silvestres de tus ojos,
que se caen en mi vaso,
voy a atravesar la calle.
Es noche y siempre hay fiesta:
niñas que le cantan al amor.
Dondequiera que respire
crece un ángel.
Y volvés a llamar,
cuando te extraño,
y no contesto
porque estoy mirando cada gota de este vaso.
Cruzo hasta la puerta que cerré.
No tengo llaves,
sólo un vaso y estas frutas.
Dicho de otro modo:
tendría que aprender a ser feliz.
Silvia Rodríguez Ares
31/5/2014