Una noche cabalgué en la grupa
de un faisán.
Sus crines rubias me llenaron de oro
mientras la cadena se rompía
enredada entre tu pelo.
Dulce
es el metal más codiciado
por la luna nueva
que atraviesa el desamor
y despabila el sueño.
Hierba muerta bajo plumas rojas
pujando por salir al mundo
a calmar la herida
de la flor desangelada.
En tu boca un trino
algo reparó cuando miraste
el azul que descendía
por el agua de mi estrella.
El dolor vibró en el aire perfumado
y hubo ruido en el vaivén
de las primeras olas
que arrastraron nuestros cuerpos
a la luz de las magnolias.
Pero qué felices
fuimos
esa noche.
Silvia Rodríguez Ares
5/8/2015
