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sábado, 17 de septiembre de 2016

Hogar





En este mar que se retrae pienso;
en este oleaje tan oscuro que se duerme
e inventa aquella noche
que fue mi hogar.
Entonces el pensar es como el fuego,
la luz es una madre creadora
y germinan criaturas en la casa.
Algunas vivirán mientras les dé cobijo
o un sol para imitar a los lagartos
tendidos mansamente en los azules
colmillos del amor.
Habrá melancolía y habrá cielo.
Habrá comida. Y habrá dioses.
Las fauces de los dioses son hermosas,
filosas como un rey o un padre muerto
que ríe en cada sueño y en la fiesta
y se hincan -con fiereza- en el bocado.
El mar es el amparo de las pobres circunstancias.
No dejo de sentir, en días negros,
el hueco de las manos-corazones
mojado por un beso de la espuma
que a nadie satisface
aunque prometa la blancura del salitre.
Mi casa tiene puertas en la lluvia
y un techo rebatible
de palomas que se van abriendo
hacia la nada.


Silvia Rodríguez Ares
13/9/2016